Los coloristas venecianos (I): Tiziano

A comienzos del siglo XVI Giorgione imprimió a la pintura veneciana un nuevo sentido que, en mayor o menor medida, vendría a caracterizar la obra de los artistas vénetos durante toda la centuria, constituyendo no solo una escuela sino también una época dorada que dejó huella en Italia, Flandes o España ya en el propio siglo XVI y luego en el siguiente. El denominador común fue el color. Frente a las construcciones intelectuales de los florentinos, Venecia emprendió el camino de la sensibilidad; y sus artistas, pintores, arquitectos o escultores, basaron su concepción en los pictórico y no en los plástico, en el cromatismo y no en la línea como determinante de las formas y del espacio.

Tiziano (ca. 1490-1675).

Sus inicios pictóricos tuvieron lugar junto a Giorgione con el que trabajó en 1508; seguramente participó en varias importantes obras que se han venido atribuyendo exclusivamente a aquel.Sin embargo, desde sus primeras pinturas independientes, aun recogiendo los valores cromáticos y luminosos de su maestro, Tiziano se separa de él por su dramatismo y la expresión de contrastes que culminan por primera vez en la Asunción de 1518, monumental estructura cromática sin apoyo de perspectiva arquitectónica.

Carlos V en la batalla de Mülhberg, 1548, Museo del Prado, Madrid. Pintado en Ausburgo en conmemoración de esta batalla en la que los protestantes sufrieron una importante derrota. Ejemplo de retrato triunfal muestra, sin embargo, al emperador en un paisaje con luces de ocaso en contraste con su gesto decidido y su marcha victoriosa.

En los decenios sucesivos su actividad se reparte entre los temas mitológicos llenos de gozosa sensualidad, las pinturas religiosas de afortunadas composiciones e iconografía de piadoso sentimentalismo y los retratos a la vez heroicos y suntuosos, solemnes, pero muy refinados, y siempre atrayentes por su penetración psicológica.

Diana y Acteón, 1556-59, Museo de Edimburgo. Es una de las poesías encargadas por Felipe II al pintor y que permaneció en las colecciones reales hasta que fue regalada por Felipe V al duque de Grammont. El pintor, en plena madurez, pone una pincelada suelta y contrastada al servicio de la opulencia cromática, la complejidad compositiva y la sensualidad de los desnudos.

Durante sus últimos veinticinco años la pincelada se hace más amplia y el toque desunido hasta constituir borrones fluidos y como incandescentes por efecto de la luz y el color. Así, en las Poesías mitológicas (Diana y Calixto y Diana y Acteón de Edimbugo), en los dramas religiosos (Martirio de San Lorenzo de El Escorial; Coronación de Espinas de Munich) o en los retratos (Autorretrato del Prado) el color disuelve la forma plástica y se extiende vibrante o extenuado. El informalismo de sus últimas obras como la Piedad de Venecia no es liberación de la materia sino transfusión a la materia de la espiritualidad del drama humano.

 

 

 

 

 

 

 

 

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