En el breve lapso de una vida y una carrera arrebatadoras, este pintor, que nació en Milán y pasó la mayor parte de su vida en Roma, revolucionó el curso del arte. La novedad más radical fue la apasionada y poética representación de la realidad, sin concesiones, reproducida tal como se muestra en las calles, en la vida cotidiana. En sus primeras pinturas aparecen mozos, tramposos, gitanas, compañías equívocas que llevan al escenario del arte una bocanada de novedad, que pronto seguiría toda Europa.
Caravaggio (1571-1610) provocó el escándalo por su falta de decoro; algunas de sus maravillosas pinturas fueron rechazadas por su excesivo realismo. Pero a los altares de Roma subieron pinturas que marcarían una época nueva. La luz, lateral y diagonal, revelaba escenas llenas de acción y dramatismo, en las que un profundo sentido religioso se sumergía en las sombras de la vida cotidiana y real.
Caravaggio se encontraba en la cumbre de su fama cuando, en 1606, mató a un hombre, fue condenado a muerte y tuvo que huir de Roma. Su huída lo llevó a Nápoles, Malta, Sicilia, de nuevo a Nápoles y finalmente a la playa de Porto Ercole, donde el pintor murió en 1610: estas etapas están marcadas por nuevas obras en las que vibra la angustia por una situación cada vez más difícil. La revolución de la pintura estaba hecha, y no afectaría sólo a los pintores, sino sobre todo a los que contemplaban sus obras: Caravaggio nos exige una atención más intensa, no ya como simples espectadores, sino como testigos de la acción que se desarrolla delante de nuestros ojos.